Sonaron las 12
campanadas que anunciaban la medianoche. En el escape perdió un zapato en la
escalera. Cuando llegó al muelle dejó el
otro, último recuerdo de esa noche, y se lanzó al agua. Las primeras gotas que rozaron su piel fueron
suficientes para que volviera a ser
sirena. El claro de luna le permitió ver
al príncipe una vez más.
Quien calce a la perfección estos zapatos será mi compañera, lo oyó
decir y, entre suspiros, se perdió en la espuma de las olas.
Un sonido inigualable que provenía del agua lo sedujo. Buscó y buscó a la dueña de esos zapatos que lo acompañarían esperando a su dueña.
Más de una doncella
aguardaba ser elegida por el futuro monarca, esperaron su decisión pero él partió hacia el mar, que lo llamaba. Con una pasión única
navegó y navegó. Tuvo en cada puerto un
amor. Su vida transcurrió entre barcos y
playas; el susurro de las olas le recordaba aquella mujer.