martes, 17 de junio de 2014

El príncipe navegante



Sonaron las 12 campanadas que anunciaban la medianoche. En el escape perdió un zapato en la escalera.  Cuando llegó al muelle dejó el otro, último recuerdo de esa noche, y se lanzó al agua.  Las primeras gotas que rozaron su piel fueron suficientes para que volviera  a ser sirena.  El claro de luna le permitió ver al príncipe una vez más.  

Quien calce a la perfección estos zapatos será mi  compañera, lo oyó decir y, entre suspiros, se perdió en la espuma de las olas.
Un sonido inigualable que provenía del agua  lo sedujo. Buscó y buscó a la dueña de esos zapatos que lo acompañarían esperando a su dueña. 

Más de una doncella aguardaba ser elegida por el futuro monarca, esperaron su decisión pero él partió  hacia el mar, que lo llamaba. Con una pasión única navegó y navegó.  Tuvo en cada puerto un amor. Su vida transcurrió entre barcos y  playas; el susurro de las olas le recordaba aquella mujer.

sábado, 7 de junio de 2014

Renacer




Katerina yacía extendida en la arena. Un par de horas antes había pensaba que era su fin. Poco recordaba del desastre de la noche anterior, del barco no había podido rescatar más que su propia vida.
Después de recuperar las fuerzas se incorporó. El paisaje era una hermosa postal desierta. Perder la calma ante la soledad no era buena idea, se sentó en la arena y dejó caer la cabeza sobre su pecho. Cuando alzó la vista su asombro fue incomparable. Vio un ave, la más hermosa que pudiera existir, sobre una roca. Púrpura, rojo, oro ... componían un arco iris entre sus plumas. La hermosura misma se erguía frente a la tristeza.
El ave la miró, desplegó sus alas y remontó vuelo. Un extraño alivio invadió a Katerina. 
El ave descendió sobre las rocas y allí permaneció hasta el atardecer, como si no quisiera abandonarla. Con la luz del ocaso los colores se intensificaron, brillaban, parecía una llamarada en las rocas.
-¡Allí!!! ¡Allí hay alguien!!!- escuchó Katerina y unos hombres se le acercaron.
- ¿Quiénes son ustedes?
- No se asuste, no la vamos a dañar. Vimos el fuego desde nuestra embarcación.
- ¿Fuego?
- Si, el que hizo sobre la roca… si no la hubiéramos visto, señorita…¡mal la hubiese pasado en esta isla desierta!”
Katerina miraba sin entender. Vacilante, se acercó a las piedras; encontró cenizas y entre ellas un pequeño huevo que comenzaba a romperse. Los hombres la llamaban, ansiosos de volver al barco antes de que oscureciera. Fue hacia el bote, agradecida, supo que ella también había vuelto a nacer.


(Texto que está en mi otro blog, pero debe ser parte de Escritos Collage)