El titiritero se estiró, hizo sonar su dedos y tranquilo contempló el retablo, todo el poder estaba en sus manos.
Las marionetas seguían moviéndose, se mantenían en la ilusión de que se movían por sí mismas. Sus hilos invisibles le daban la razón. Algunos jugaban, seguían con sus trabajos; unos eran felices, otros, no. Todos disfrutaban de la paradoja de la ficción, el guión de sus vidas. Él, los dejaba pasear, creer, ganar y perder. Había jefes y dependientes. Creadores y copistas. Cazadores y víctimas. Vivían en un mundo creado, pero no por ellos, y no lo sabían.
Comenzó a preparar la nueva función cuando sintió hambre, miró todo el escenario y entre bambalinas, decidió quienes serían su aperitivo.
Algunos títeres desaparecieron de la faz de la Tierra.
lunes, 3 de diciembre de 2012
El titiritero
martes, 23 de octubre de 2012
Escribir
Nubes flotan y estorban
El fantasma presente
Ante la hoja en blanco
de inspiración, ausente
Las palabras emergen:
lluvia de personajes
ellos, ya , listos están
para emprender el viaje
Las ideas despiertan,
una historia debe nacer
amanece en el bosque
saben que deben hacer.
Solo sigue sus huellas
relato y fantasía.
Resplandece la magia
Páginas de utopía.
Se dibuja el sendero,
enredado en su esencia.
Contando sus palabras
olvidando la ausencia.
Las frases se desangran
el escriba cumplió.
Capítulo a capítulo
la historia terminó.
Oraciones unidas,
enorme desafío,
palabras que rebotan
con eco de poesía.
lunes, 24 de septiembre de 2012
Diario de un cuaderno
Soy testimonio vivo de mi dueño. Bitácora de proyectos. Mis hojas son el plan. Historias de seres que no existen o quizás sí, viven en mí.
Herramienta, acompañante, instrumento, soy cada uno y todo a la vez.
Mi destino asiste a otros. Sostiene momentos memorables y crisis que prefiero creer como producto de la imaginación y no padecimientos reales.
No sé cuál es la verdad y qué es lo imaginado.
¿Importa? No.
Que yo custodie los manuscritos es el valor de mi existencia.
Notas
Historias
Investigación
¿Qué contengo? No lo sé, solo me importa que soy útil, el registro de un momento, de una frases, de un final que quizás nunca llegue. Haré perdurar sus palabras, ideas y su vida misma tal vez.
Testigo irremediable y fiel de amores plenos o fatales, locuras de pasión o de poder, grandes decepciones, desesperanzas y utopías.
No soy el creador, sí el mensajero, el perpetuador de escritos jóvenes y de letras maduras.
martes, 28 de agosto de 2012
Atemporal ( escrito con Julián Gradilone)
lunes, 23 de julio de 2012
Los condenados
A pesar del esfuerzo que hagan, todo ya es.
El destino decidió su suerte cuando echó las cartas de sus vidas en la Tierra.
No lo saben pero ya está sellada su fecha de vencimiento.
miércoles, 25 de abril de 2012
En sus zapatos
La tormenta las unió en el mismo rincón. Una llegó sigilosa y sin rastro como de costumbre, se sentía segura la cueva era su guarida. La otra fue dejando las huellas en el sendero, hundiendo los pies en la tierra mojada. La oscuridad no permitió que la huésped conociera a la anfitriona que miraba atenta y minuciosamente cada uno de los movimientos. Tranquila observó la fragilidad del cuerpo, la tensión de los músculos y admiró el ángulo de cada una de las articulaciones. Su enemiga por siglos la tentaba, la seducía. Su pensamiento la sorprendió, la invadió por completo. Deseó con la fuerza de cada una de sus células ser la otra. Sus antepasados se erguirían en sus nidos indignados. Pertenecer al género humano era denigrante y vil en su historia.
Un relámpago iluminó la caverna. Las miradas se cruzaron. El asombró paralizó a la recién llegada. Un segundo sin tiempo, sólo el deseo palpitó en ese instante. La mordedura fue certera. Sintieron como el frío les traspasaba el cuerpo, luego el calor la sofocó hasta el desmayo. El destino dibujó un nuevo camino.
Cuando despertó se sentía ahogada, se arrastró raspando cada centímetro de su debilitada piel. Estiró sus músculos y pudo hundir en la tierra sus dedos. El piso de su hogar masajeaba el torpe cuerpo. Se movió hacia un lado y el otro, acarició su rostro y hundió las manos en el barro de la entrada. Tomó los zapatos y gateó hasta afuera, esperó debajo de la lluvia que la tormenta cesara.
Una vez recuperada se puso de pie, miró cada sitio a su alrededor y siguió huellas, sintiendo la naturaleza en la piel.
Embarrada y desaliñada llegó hasta la casa. Se sentía embriagada y poderosa.
Comenzó una vida nueva. Recorrió el mundo con su andar sigiloso y sensual. Sus pasos eran únicos. El eco de su taconeo subyugaba el oído masculino. Marcó un antes y un después de su existir en cada vida que conoció.
Una noche de tormenta volvió a la cueva. Una nueva anfitriona la esperaba. Se descalzó y se acercó hundiendo sus pies en el barro. Estaba tranquila, en casa. Un relámpago iluminó el lugar. La mirada de ambas destelló. La serpiente sintió un alivio.
Después del temporal encontraron un cuerpo frío con vida sin ayer y sin futuro.
domingo, 19 de febrero de 2012
Crucero
Preparé la valija, después del año que había vivido, estaba lista para salir, hay cosas que uno decide dejar atrás, y otras pasan y te dejan atrás. En una hora el taxi vendría a buscarme, en 12 horas estaría en el crucero. Este sería un fin de año distinto así que frase hecha, frase trillada: año nueva, vida nueva. Primer paso: 31 de diciembre de una manera diferente, en alta mar, treinta y pico de fiestas en tierra, está vez, no.
Todo preparado y en la espera de los últimos minutos en casa decidí hacer una lista de lo que deseo para el año venidero, como si la vida se dividiera en cuotas de plazo fijo anuales. Hay veces que el capital queda intacto, otras los réditos se escasos pero hay y a veces nos quedamos sin fondos, la realidad tiene tiempos que a veces no son medibles, pero insistimos en cotizarlos con nomenclaturas universales. Ponerse metas está bien, pero en el momento que uno quiere, no tienen fecha de vencimiento ni deben renovarse con el calendario, así que con el apoyo de la decisión de aire nuevo y las ganas de ver un nuevo horizonte, comencé la lista, esta vez el crucero no estaría incluido.
Conocer una ciudad
Aprender a esquiar
Hacer una fiesta de disfraces
Escribir un policial
Y
Y
Y
Terminé la hoja. Minutos después decidí escribir en una nueva los momentos malos para tirarlos. Con lapicera en mano cambié de opinión, los dejaría lejos de mí después, desde la cubierta del barco. Empecé a anotarlos y los ahogaría en el mar.
Sonó el timbre, era el taxi. Colgué la lista en la heladera, sostenida por dos imanes con forma de mariposa. Los otros papeles los puse en la valija.
Partí como estaba planeado. Atracamos dos veces antes de la tarde del 31. Al volver a casa, debería cambiar de la lista, “conocer una ciudad nueva” por “conocer otro país”.
La última tarde del año, me paré y leí con mucha atención lo que quería erradicar, los rompí y los lancé. Dieron una vueltas por el aire, algunos flotaron un poco y otros se hundieron con facilidad. En un rato, que no supe cuánto fue, las olas se unían y separaban en ese ir y venir envolvente, parecía que nunca habían pasado por ella mis anotaciones. Los golpes contra la embarcación repicaban en salpicaduras imperceptibles que no se oían en esa inmensidad azul.
A las doce brindamos. Fuegos artificiales. Un año nuevo, comenzado en altamar. Fiesta de gala, mucha gente y a la vez yo, solo yo junto a mí. Risas, danza en ese movimiento envolvente de ir y venir, incesante del barco, del mar.
La mañana del primer día del año. El barco se convirtió en una escena del crimen. En la cubierta del barco, el cuerpo de uno de los tripulantes. No podíamos bajar, éramos todos sospechosos del crimen de un desconocido. En la espera, en donde algunos se angustiaron, otros se asustaron y hubo quienes se desesperaron, yo empecé a escribir una crónica de los hechos, describí actitudes dignas de una escena de cine y mi versión de los acontecimientos, mi visión de todos los anónimos que me rodeaban y eran parte del capítulo que me tocaba vivir.
miércoles, 25 de enero de 2012
Las armas las carga el diablo
Con mucho esfuerzo lograron correr el mueble de la sala. Con el último empujón se abrió la puerta inferior y se deslizó la escopeta del padre.
- ¡Ni se les ocurra tocarla!- gritó la madre extenuada asustando los niños.
- Es la escopeta de papá- dijo Lucio y se acercó a levantarla.
- No la toques- sentenció la voz materna.
Los pequeños se miraron y no dijeron palabra. Desde que recordaban la escopeta estaba en la casa. Siempre había sido motivo de discusión. Vivían en el medio del monte, el padre aseguraba que los alrededores estaban minados de peligros. Habían oído cientos de veces de boca de su madre: el dicho “A las armas las carga el diablo”.
Al atardecer llegó el padre. Lucio y Diana escucharon las mismos discusiones que podían repetir de memoria. El aullido de un lobo en la lejanía de la noche cerró la conversación. La escopeta volvió a su lugar. La madre se santiguó y en una silenciosa oración pidió perdón por su decisión.
La pólvora y la seguridad convivían en una extraña tranquilidad. Ya había pasado el otoño, las peleas y las protestas de la mujer se habían ido con las hojas de los árboles.
El domingo por la mañana, padre e hijo partían hacia un día de pesca. La insistencia de Diana tuvo sus frutos, había prometido portarse bien y logró unirse al dúo. Las tres figuras se perdieron por el sendero.
Los rayos de la tarde iluminaban la mesa donde la madre amasaba. El balido del rebaño era ensordecer. La mano enharinada corrió la cortina. Imperturbable, altivo, el lobo miraba una a una las ovejas. El manto de lana se amotinaba contra la muerte en el fondo del corral, el gemido de los corderos imploraba piedad. El rojizo pelaje crecía con cada paso, el cazador elegía su presa.
Despacio sacó del mueble la escopeta, salió de la casa. El lamento de los animales ocultó sus pasos. Decidida, apuntó y disparó. Fueron segundos que parecieron una eternidad.
El depredador sintió su presencia Un insípido CLIC selló el destino de la precavida mujer que se desesperó, y solo pudo maldecirse por haber descargado el arma.